Introducción: Carta a los Romanos


La Carta a los Romanos, la más extensa de todas las del Nuevo Testamento, es también la exposición más amplia del mensaje cristiano que tenemos en los escritos del apóstol Pablo.

Pablo, que había recorrido buena parte de las provincias orientales del Imperio Romano predicando el evangelio, tenía intenciones de llegar también hasta las regiones occidentales del mismo. Este proyectado viaje incluía su paso por Roma, la capital del Imperio, para continuar después a España.

En la perspectiva de aquel viaje, y para presentarse a una comunidad que él no había fundado, escribe a los cristianos de Roma una carta en la que expone algunos de los temas centrales de la fe y la vida cristiana. A diferencia de otras, como las remitidas a los cristianos de Corinto, esta carta no trata tanto de los problemas que más preocupaban a la comunidad, cuanto de los temas que más interesaban al mismo apóstol. Habiendo sido enviado a predicar el evangelio a los no judíos, Pablo sentía que su responsabilidad se extendía también a la comunidad de Roma, compuesta en su mayoría por cristianos procedentes del paganismo.

El contenido de la carta puede resumirse así:

La Introducción, que incluye un saludo inicial ampliado con elementos teológicos, y una sección de acción de gracias, a la que Pablo añade información sobre sus proyectos de viaje.

El cuerpo de la carta puede dividirse en dos grandes secciones, una doctrinal, y otra, menos extensa, de carácter exhortatorio.

La parte doctrinal comienza con un resumen del evangelio, expresado en los siguientes términos: “Es poder de Dios para que todos los que creen alcancen la salvación”.

Luego viene una exposición, en la que describe la situación de la humanidad bajo el dominio del pecado y fuera de la acción salvadora de Dios por medio de Cristo. Primero describe la situación del mundo pagano y luego la del judío.
En seguida muestra cómo Dios ha puesto remedio a esa situación ofreciendo a todos la redención por medio de la fe en Jesucristo.
Pablo hace ver que esta actitud no contradice las actuaciones anteriores de Dios, como lo revela especialmente el caso de Abraham.

En los capítulos siguientes, el apóstol describe los diversos efectos de la acción redentora de Cristo.

Ante todo, ella permite al creyente tener paz y la esperanza cierta de la salvación definitiva, pues con Cristo el creyente ha muerto al pecado, y no es esclavo sino libre para servir a Dios. Ya no está bajo el régimen de la antigua ley, porque la gracia de Dios es más poderosa que la debilidad humana que inclina al pecado. El creyente está bajo el poder del Espíritu de Dios, y debe vivir una vida nueva conforme a ese Espíritu.

Hay capítulos que están dedicados a un problema que angustiaba a Pablo, como judío que era: el hecho de que la mayoría del pueblo de Israel no hubiera aceptado el evangelio. Pablo insiste en que Dios no ha rechazado a su pueblo, y expresa su confianza en que Dios, al fin, tendrá compasión de todos por igual.

En la parte de exhortación, que se presenta como consecuencia de la anterior, Pablo se fija en algunos aspectos prácticos de la vida cristiana, afirmando que todos los deberes se resumen en la ley del amor al prójimo y recordando el ejemplo de Jesucristo. En este contexto dirige su atención a diversos problemas concretos de entonces.
La conclusión de la carta es de carácter más personal. Después de exponer con mayor detalle sus planes de viaje, Pablo añade una larga lista de saludos personales, para concluir con una alabanza a Dios.
El siguiente esquema muestra las partes en que puede dividirse la carta:

Introducción:
I. Sección doctrinal:
El evangelio, poder de Dios
. El mundo pagano:
. El mundo judío:
. Dios nos hace justos por la fe en Jesucristo
. El ejemplo de Abraham
. La esperanza de la salvación
. Con Cristo hemos muerto al pecado
. Ya no estamos bajo la ley de Moisés
. La debilidad del ser humana
. El Espíritu nos da vida
. La salvación de Israel
II. Sección de exhortación:
Conclusión

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